La primera construcción personalizada completa surgida del Emporio de Actividades Posmodernas, The American, no es tanto una declaración como un argumento bien elaborado. Es un argumento contra el Sturm und Drang de la Crisis Financiera Global, contra la idea de que Estados Unidos ya no fabrica cosas, contra los detractores que han dado la espalda a la creatividad y la artesanía estadounidenses. Lo que comenzó como un proyecto personal para el director de diseño de motocicletas de Estados Unidos, Michael Woolaway (alias Woolie), The American fue concebido al comienzo de la Gran Recesión. El objetivo de Woolie era tomar el chasis más famoso de Estados Unidos para circuitos de tierra de una milla, llamado C&J Low Boy (el chasis para circuitos de tierra de una milla con más victorias jamás construido) y convertirlo en una café racer legal para la calle, utilizando tantas piezas estadounidenses como fuera posible (de ahí el nombre, The American). Siguiendo el estricto protocolo Deus, el chasis de C&J pasó sus primeros días en la mesa de Dr. John's en Anaheim, asegurándose de que estuviera completamente recto. Luego, el motor se armó con una Harley Sportster de cinco velocidades, bielas de alto rendimiento con cigüeñal equilibrado según el peso de la bob, pistones forjados de alta compresión J&E y culatas Edelbrock de válvulas grandes. La suspensión delantera fue cortesía de Buell, con pletinas triples fabricadas a mano en Durelle Racing. Nuestro buen amigo Pierre, de Works Performance Products, fabricó a mano los amortiguadores traseros. Llantas Sun Rims de Buchanan's, bujes y soportes de freno de imitación de A&A Racing, y velocímetro y electrónica de Motogadget ayudaron a clarificar la visión inspirada en las carreras. La moto es increíble. La mejor que Woolie ha conducido jamás. "Es un concepto Deus de pies a cabeza", dice, "inspirado en formas del pasado y convertido en herramientas con un propósito moderno y práctico". Y además, es de una belleza desgarradora. El estadounidense es la prueba fehaciente de que están sucediendo cosas increíbles aquí, en los Estados Unidos de América. O al menos, en Deus Ex Machina.

























