En el Templo Deus de Canggu, somos más que consentidos por un montón de razones. Sin embargo, hay una que nos resulta muy querida. Hemos tenido la enorme suerte de contar con la presencia de grandes talladores por las puertas de teca tallada de Java que conducen a ese santuario interior, la nave de tallado. Capitanes de la cepilladora. Sultanes del tallado. Personas como Bob McTavish, Thomas Bexon, Rich Pavel y Neal Purchase Jr., por nombrar solo algunos.
Ahora mismo estamos especialmente emocionados de tener a Jeff McCallum. No porque nos guste lo que hace, aunque sí. Es porque esta vez trajo a su séquito. Y son un elenco de primera.
El maestro del moldeado de San Diego, California, trajo a su buen amigo y mano derecha, Alex Villa Lobos, alias El Laminador. El que hace todos los trabajos finos de vidrio en las tablas McCallum. Se vuelve loco si se lo pides. Josh Oldenburg, el Aprendiz. Tiene una relación de discípulo con Jeff, pero solo en el ámbito laboral. Absorbe todo el conocimiento y la sabiduría de Jeff que le es humanamente posible. Absorbe las habilidades de Alex y se contagia de una serie de otros grandes moldeadores que comparten sus conocimientos cuando llaman a la puerta del cobertizo de Jeff.
Sin perder un segundo, McCallum y sus hombres irrumpieron en los cobertizos traseros del Templo Deus en Canggu y tomaron el control, poniéndose cómodos y prácticamente como en casa. McCallum abrió la tapa de su maleta Pelican para revelar las herramientas de su oficio. Las dejó a un lado antes de subir la escalera y seleccionar un par de piezas en bruto, y se puso a dar forma de inmediato. Apenas terminó su obra maestra hecha a mano, y antes de que el polvo de espuma se asentara, Alex entró en acción para repasarla con el cristal. ¡Menuda máquina!
Estos chicos tampoco son tímidos en el surf. Aprovechan el oleaje que está llegando. La puntuación perfecta; antes, durante y después de un día en la zona de tablas. Jason "Salsa" Salisbury los acompañó en las aguas de nuestra rompiente local y quedó fascinado al instante por la tabla que Jeff tenía bajo sus pies.
Tras requisarlo cortésmente, se fue directo a la parte trasera. En cuestión de minutos, estaba haciendo lo que Salsa mejor sabe hacer: surfeando como un loco. No faltaba agua que se movía de un lado a otro, todas buenas señales de que estaba disfrutando de este extraño vehículo nuevo. Más tarde, cuando regresaba a la playa por la arena oscura, se notaba que estaba más que emocionado, completamente enganchado a lo que hacía esta pequeña máquina.
Ahora todo lo que tenía que hacer era conseguir uno para él.



















