En lo más profundo del corazón de un motociclista existe una vena misteriosa, una vena con una función evolutiva poco conocida, pero que desempeña un papel crucial en el desarrollo del Homo sapiens motociclista. Esta vena, la vena de tierra (del latín vena dirticus), es en realidad un pequeño dispositivo glandular de registro que aumenta instantáneamente la frecuencia cardíaca humana al ver, oír u oler una moto de tierra. El crecimiento de la vena de tierra comienza en la primera infancia, generalmente justo después de aprender a montar en bicicleta. Duplica rápidamente su tamaño a medida que el Homo sapien ciclista pasa de la acera a la tierra, en la mayoría de los casos unos meses después de quitarse las rueditas de entrenamiento. La vena de tierra alcanza su madurez completa en el momento exacto en que el Homo sapiens ciclista todoterreno se topa con una moto de motocross por primera vez. Los neumáticos con tacos, la sinfonía de la combustión, el aroma del escape; todos los estímulos catalogados en un formato perfectamente conservado durante toda su existencia. Un organismo verdaderamente extraordinario, la veta de tierra completamente madura repite este encuentro rutinariamente durante la vida del motociclista Homo sapiens, en algunos casos documentados más de 600.000 veces.
Un agradecimiento especial a Meatball y al Hell on Wheels MC por organizar otro evento divertidísimo. Nos palpita la sangre. 
