Carga madre

Mother Load
No sé por qué, pero ha sido un fin de semana de 5 días muy intenso en Bali. Una locura casi todos los días y noches. Un punto culminante de todo lo que ha pasado fue un pequeño festival multifacético que celebramos aquí en el Templo de Canggu el viernes por la noche. Después de una semana en el cobertizo de arte de atrás, Ozzie Wrong adornó las paredes de la Galería Deus con algunas delicias coloridas. Acid Rainbow Flower. Tan deliciosa que, de hecho, se agotaron todas, ¡qué delicia! Quizás no sea nuestra primera exposición con entradas agotadas, sin duda tendría que ser la más rápida. Imágenes estilo cómic, rápidas con ingeniosos comentarios sociales, todo a un precio accesible. ¿Qué más se puede pedir? La actividad se trasladó del interior al patio trasero, donde Jack Coleman ofreció un adelanto de su última contribución al celuloide, Imaginary Carpet Market. En el Teatro Deus Bedsheet Picture. El patio se llenó de silencio mientras todos nos sentábamos a disfrutar de unos increíbles aperitivos visuales de surf y étnicos. Sus películas van desde tablas largas hasta cortas. Esta entra en la primera categoría. Vemos a Alex Knost y sus cómplices deslizándose por la isla de Bali. Otra propuesta increíble del creador de Polyester & Happy Beach. DJ Ozlem puso el ritmo mientras el escenario se transformaba. Mylee and the Milkshakes se unieron y empezaron a endulzar el ambiente. Una voz dulce y empalagosa envolvía una letra increíblemente aguda. Compartió su propio estilo de rock and roll gitano con los presentes. Con su agenda de gira tan esporádica, nos sentimos orgullosos, honrados y, a la vez, entretenidos de tenerlos en el patio. El siguiente en la lista fue Mid City Arcade. Ese dúo dinámico formado por Andy y Bob regresa a la terraza trasera después de casi un año de ausencia. ¡Yeeeewww! Trajeron consigo sus habituales ritmos contundentes, microfoneados y con la acústica tensa. ¡Caramba!, animaron al público a tomar impulso. Cameos de Tmars, entrando y saliendo del escenario a saltos. La multitud, ahora bien lubricada, ya había empezado a vibrar y a temblar. No hacía falta mucho para que se desbordaran... ¡Y entonces, bang! Matones de la Perdición. Cantantes irreverentes. Hablaban, gritaban y luego susurraban. Guitarras a todo volumen, pero escasas en distorsión. Letras que hacen sonrojar a un hombre adulto. Nos hundieron a todos en el abismo. Para entonces, el patio estaba a rebosar. Diez soldados de cantina se apiñaban. Reinaban aluviones de canciones. La gente bailaba como loca, agachándose y zigzagueando. Las llamadas para subir a ellos al escenario eran un desastre, y luego se desbordaban. El pogo subía y abrumaba a la banda. Era imposible distinguirlos, rebotando arriba y abajo. Piel, sudor y bocas en los micrófonos. Treinta vocalistas principales y otros tantos guitarristas. El caos se había apoderado de la noche y la tenía agarrada por el cuello. Justo cuando pensábamos que el corazón iba a estallar... la noche había terminado. Uf. Física y emocionalmente agotados...