Así que, después del viaje más largo de nuestras vidas, por fin llegamos a la costa esta mañana. Los chicos que habían llegado en avión ya estaban en el agua, y las olas eran de 30 centímetros como máximo. Así que Julián, que había arrastrado su tabla durante casi 700 km, terminó pidiendo prestado un Mini Mal a una chica.(más después del salto)
El tiempo pasó mientras las olas llegaban lentamente, y mientras los chicos disfrutaban del agua, observé cómo los pescadores locales preparaban el pescado que habíamos pedido para el almuerzo. Una fogata junto a la playa, encendida con cáscaras de coco, fue todo lo que necesitábamos mientras la pareja procedía a marinar y asar el pescado que habían pescado minutos antes.Todos se reunieron en la arena para disfrutar de un refrigerio vespertino, contando historias de derechas y saltos desde acantilados. Julian insistió en que había caído en un barril durante su sesión, pero las fotos posteriores revelaron la verdad.Se acabaron el pescado y los coches estaban llenos... la tripulación se dirigía al aeropuerto... y tuvimos que dar la vuelta y volver a casa. Tras una breve subida a toda velocidad por una montaña, el cansancio general y el presentimiento de una tormenta nos obligaron a buscar refugio... y, para nuestra sorpresa... ¡tenía wifi!Mañana comenzaremos el largo viaje a casa y publicaremos una noticia cuando lleguemos a la base... así que si para entonces no tienes noticias nuestras, ¡ven a buscarnos!
